Desde hace tiempo, el mundo de la gastronomía ha dado muchos cambios, no sólo en lo referido a la comida en sí, sino a su alrededor también. Al final todo es un conjunto y una sola valoración.
Observamos el local, si es acogedor o no, su decoración, su comida, su personal, la iluminación, los baños y ahora, la vajilla y la cristalería. En éstos dos últimos nos vamos a centrar, ya que el cambio ha sido importante. Empezamos con el famoso vaso vino, el tradicional y el que es más ancho con adornos de cuadritos por el lateral de la base. En vaso de caña pequeña, podemos servir el auténtico Barraquito autóctono, leche y leche, la ralladura de limón y bautizado con un chorrito de licor. Finalmente encontramos los de chupito, transparentes o de colores, éstos últimos no muy aceptados por los clientes, alegando no ver el color del líquido que beben. En el apartado de los vinos aparecieron los diferentes modelos de copa según categoría de los diferentes caldos.
Pero llegamos a lo principal, que es donde se come, el plato. Aquí podemos encontrar de todo, incluso los tradicionales de cristal, referencia de los antiguos guachinches junto con los platos lisos. Hubo una época donde se le otorgó una mala fama a comer en platos o tablas de madera, alegando que no eran muy higiénicos. Los que siguen los consejos de los antepasados, saben que el fuego acaba con todo y si no, en la actualidad están los lavavajillas, que lavando a altas temperaturas, acaban con toda la suciedad y lo que ello conlleva. Aquellos chorizos, morcillas, butifarras y salchichas en las maderas, eran todo un espectáculo. Ahora vemos pizarras, platos de diseño, circulares, rectangulares, cuadrados, con o sin bordes, ovalados, con curvas, con relieve y con diferentes divisiones en uno mismo, éste último ideal para los recordados entremeses de antaño. Están los que simulan una hoja, una ola y en muchas ocasiones, existe más diseño que comida. Con razón son muchos los clientes, visto lo visto, que cariñosamente se refieren a “cagaditas” en un plato de diseño.
La creatividad se extiende a comer en una copia de lata de conserva o una plancha de las antiguas. En el interior puede ir de todo, desde un paté a unas papas bravas, por ejemplo.
En fin, tanta decoración y lo que es comer, comer, como que no. Eso sí, se podrá presumir de la experiencia.
Bernardo Lozano Acuña
Escritor
Escritor, Conferenciante y Columnista de La Opinión de Tenerife