Y es que dicho así, se puede interpretar que existen diferentes clases de turismo.
En unos puntos ha evolucionado pero en otros, desgraciadamente, los resultados no pueden ser más nefastos. Son muchos los que recuerdan aquel turismo del pasado, elegante, que daba categoría a más de un punto de la geografía. El turismo, para muchos, es la fuente principal de ingresos.
La idea principal es pasarlo bien, disfrutando tanto visitantes como anfitriones. Realizar una serie de actividades que permitan descansar y cargar pilas antes de la vuelta al trabajo. Para gustos colores, pudiendo elegir en una abanico de posibilidades. Costa, sol y playa, o por el contrario montaña con su mundo rural o simplemente vivir una ciudad con su mercado correspondiente como referencia de lo que pueden ofrecer.
Todos los alrededores, contentos por el aumento del volumen de negocio. Razón tiene el dicho de que cuando se visita casa ajena, lo primero que hay que hacer es adaptarse a las costumbres del lugar visitado. Hasta aquí todo positivo, lo triste es cuando vemos justo lo contrario en muchos sitios. Todo empieza con la moda del famoso botellón, producto de precios elevados. Claro está, el bolsillo se resiente y empieza la espiral negativa.
Llegamos al turismo gamberro, fruto de no saber beber y hasta divertirse, con las posibles consecuencias negativas en un segundo plano. La policía, desbordada e incrédula ante los hechos. Está demostrado que no aportan nada bueno, molestan a más de uno y no respetan ni el descanso del resto de habitantes. Algunos llegan a la categoría de vándalos destrozando el mobiliario urbano, seguro que ajenos al coste de los mismos. Podemos ver conductas inmorales e incívicas, elevando la indignación de los negocios al límite. Son muchos los locales, los que denuncian este tipo de conductas. Las bebidas son adquiridas en supermercados y licorerías, ya que son más baratas, presuntamente vendidas en un primer momento a mayores de edad, para más tarde en la calle realizar la mezcla correspondiente.Cuando coinciden drogas, alcohol y desenfreno, el cocktail puede ser mortal. Gente desnuda y hasta no dudar en hacer sus necesidades en la vía pública. En fin, con todo lo expuesto, muchos se preguntan con convencimiento, por qué no son capaces de comportarse así en su país
Bernardo Lozano Acuña
Escritor
Escritor, Conferenciante y Columnista de La Opinión de Tenerife