Hay que destacar la trayectoria de un empleado, que a lo largo de un tiempo, decide ser empresario. Muchos le dicen que si está loco y otros lo apoyan. Pero claro, se empieza desde abajo, a veces por coincidencias de la vida, se le coge cariño a la profesión y se apuesta por ella, la titulación es otra cosa.

Como mejor se vive es siendo empleado, se esfuerza, se sacrifica pero cada cuatro semanas, cobra religiosamente. Se pasa a regentar un bar y claro, pasa el tiempo, tiene éxito y se queda pequeño. Se piensa en una casa de comidas, si es de trabajadores mejor y con calidad precio y buena atención, lo borda. A partir de aquí llegan las tentaciones, planeando la idea de un mesón, que parece viste mejor hasta llegar al ansiado buen restaurante. Eso sí, triplicando los gastos de aquel bar donde empezó todo.

La gastronomía ha cambiado y en la actualidad podemos observar cambios en la denominación de platos y establecimientos, a cual más original. Pizarras con las sugerencias, algunas sin precio a ver si alguien pica y los menús económicos de toda la vida, que no vale la pena pasar por casa si hay que seguir trabajando. Ibéricos no significa que los productos sean iberoamericanos y así ser internacional y cobrar más. Las grandes empresas son las que hacen la mejor publicidad, un solo golpe de impacto que llegue al cliente, de ahí la importancia de un márketing en condiciones.

La profesionalidad desplazará al famoso copia y pega. La reiteración de la misma, llega a ser cansina y muchos la califican como una sobresaturación. Desde fuera da que pensar, ya que los locales llenos, no necesitan semejante bombardeo. Ojo al dato cuando llegan las ofertas de la noche a la mañana, como la oportunidad de pagar sólo la bebida y con la esperanza de que sea por un aniversario o razón lógica y entendible, si no es así, mal asunto. Los platos deben de convencer al cliente, que paga y decide repetir o no aparecer más por el local.

También exige una materia prima de calidad que le invite a salir y consumir porque si no es así, mejor quedarse en casa con las recetas de las abuelas, a fuego lento, sin prisas y sabrosas.

Gastronomía que llene y quede uno satisfecho en vez de aromas, esencias y reducciones, que puedan parecer un Gastro-cuento, eso sí, de calidad.

Bernardo Lozano Acuña

Bernardo Lozano Acuña

Escritor

Escritor, Conferenciante y Columnista de La Opinión de Tenerife

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