El mundo del vino no escapa al sabiondismo, es más, diría yo que en esta ocasión sí que es un “caldo” pero de cultivo, dónde el enteradismo prolifera, dónde se cruzan los sables del saber no para favorecer y enriquecer al que desconoce, sino para ver quién escupe más lejos. Reconocer la propia limitación en nuestros días parece que se ha convertido en algo vergonzante de solemnidad y que tiene que llevar uno por lo íntimo y sin que se note mucho, así como Aznar el catalán, no vaya a ser que alguien quiera enseñarte y te tomes a mal aprender algo, aquí se trata de aparentar que lo sabes todo para erigirte con el cetro de rey tuerto en el país de los ciegos.

Ahora, en lo vinatero, lo molón es el relumbrón de lo propio y no escatimar las oportunidades de dejar con el pompis al raso al que no sabe, no entiende o se equivoca, a veces porque así es y otras porque su opinión difiere de la tuya. No, no es la nuestra la cultura del debate. Entonces decidimos que aquel que carece de criterio, básicamente porque no es como el nuestro, merece ser ilustrado con un enlace, un pantallazo, recorte o torta sin manos que pueda evidenciar que lo que nosotros decimos es lo que vale.

Recurrimos a la Wikipedia, a noticias de periódicos o extractos de OIV ( cuando nos interesa, eso sí) y usamos mucho palabras como “terpénico” o “volátil”, que siempre le dan una calidad indudable al texto y por ende más razón llevaremos .Nos alistamos en todas las guerras blandiendo entre nuestros dientes el ataque en lugar del argumento, estamos prestos a la confrontación y la contesta, cual púberes con las hormonas ModeOn, no vayamos sin querer, a leer algo que nos resulte útil o incluso que nos consiga hacer cambiar de opinión, pues esto ya parece hasta ominoso, ¡Eso Nunca!.

El grado de vehemencia vínica está en su momento álgido. Siempre ha habido pedantes en todas las ciencias con la diferencia de que se podía expresar también lo que no se sabía para que otro nos enseñase, ahora resulta que no, que decir lo que no se sabe se convertirá en el arma que hundirán sobre tu costado los sabelotodo. Tienes que haber vivido mil vidas, conocer la ciencia enológica y la gestión del servicio, haber pisado todos los terruños mientras en cuclillas, con el gesto adusto y la mirada en lontananza deshaces un terrón de barro en tus manos.

Debes haber trabajado en ilustres restaurantes estelados y jugar al mus con Luís Gutiérrez, Raúl Pérez y Antonio Flores después de echarte con ellos un cocido en la mesa de tu casa porque son tus colegas. Tienes que ir con el tastevin al cuello y la factura con varios ceros de tu título porque sino, eres un sumiller de pacotilla aunque tu tío Paco, albañil, te lleve una carrerilla que no te la crees ni tú catando con el gusto y alegría que a ti te falta y atención, punto estratégico de la sabiduría y la cultura enogastronómica, sabes más cuanto más feo y antipático. ¡Cuidado! No se te ocurra tener buena planta y ser una persona agradable y con sentido del humor porque entonces no tienes ni idea. No seas sarcástico, alegre o goces de espíritu crítico propio, porque se desvanecerán los puntos de tu carné de enolistillo.

¿Pero qué se creían? ¿que para ser un winelover de pro bastaba con beber a un ritmo aceptable, dejarse las perras en un curso, una botella, un libro, una cata más? ¿Creían que puede uno a golpe de ratón tocar en la puerta de otro que sabe más que tú y preguntarle? ¿ Creían que se puede ser un osado y decir que no sabes cuál es tu Burdeos favorito y que por más que lo intentas no encuentras el descriptor a “mora de barranco” en el último Priorato de moda? Aaaaaah no, entonces estás acabado, no puedes abrir la boca si no vas a hablar en hectolitros.

Se nos olvida que esto es lo que nos gusta, la pasión que nos mueve. Que las metas son objetivos a los que hay que llegar cada uno a su ritmo con sus posibilidades, venciendo límites y que aquello que tú desconoces el otro lo domina y ¡oiga! que no pasa nada, a estas alturas todos sabemos ya que es “muy mucho español” lo de saber de todo.

Si eres comprador, aficionado, erudito, neófito, catador o crítico, divulgador o distribuidor, si eres tabernero, viticultor o bodeguero, si eres enólogo, sumiller o nada de esto pero el vino te gusta cantidad y encuentras en él el secreto de un mundo insondable, reconocerás que el aprendizaje es una marea constante en la que seguir profundizando cada uno tan hondo como quiera o pueda.

El látigo del adoctrinamiento ya lo tenemos cada día en las espaldas y hay que ejercitarse en la tolerancia, para ello el vino es el mejor mediador y no veo yo a la gente en la arena agitando los recibos de la luz con tanto ahínco… Que el “y tú más” deje de ser el deporte nacional y aprendamos a no tenernos en tanto, el vino español y sus protagonistas debemos mirar a los lados para avanzar, no para huir hacia adelante evitando el efecto terapéutico, constructivo y de auto evaluación que supone desde siempre el abismo del folio en blanco.

Sara González Martín

Sara González Martín

Sumiller y T. Superior en Enología y Maridaje

Sumiller, Técnico Superior en Enología, Maridaje, Comercio y Marketing así como Docente de Sumillería de HECANSA en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo de Santa Brígida en Gran Canaria.

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