Dice un dicho que la familia que come unida, permanece unida.
A veces sí y a veces no, pudiéndose demostrar de forma fácil. La familia cuando sólo la componen la raíz familiar, padre y madre con sus respectivos hijos, va todo normal pero cuando entran a formar parte los denominados agregados, la cosa cambia. La reunión familiar cuando el número va aumentando, se complica.
El padre y la madre tienen que ser consciente que cuando un hijo crece y forma otra familia, ésta última es la que decide dónde y cuándo acude a determinado evento. Se puede tener un poco de mano izquierda, con la finalidad de quedar bien con todos pero en muchas ocasiones, es verdaderamente imposible, ya que no se puede estar en misa y repicando al mismo tiempo.
Un ejemplo claro son las celebraciones en Navidades, concretamente en la Nochebuena cuando se decide acudir un año a casa de la familia de un cónyuge ya que el año pasado tocó en casa de la otra parte. Apreciamos así como se celebra cada dos años en el mismo sitio. Muchas veces parece que le están organizando la vida a los miembros de una familia, una vez más sin tener en cuenta los cambios que ha habido con el paso del tiempo.
Hay quiénes se reúnen todos los domingos e incluso para comer siempre lo mismo, degustar la misma receta, hasta el punto que un comensal tarde o temprano exclamará: ¡Qué coñazo, siempre lo mismo!
A veces, por miedo a decir un no a tiempo por si alguno se pudiera ofender o peor, lamentándose de no haberlo hecho antes. Muchos no están por la labor después de una semana trabajando, de compartir de forma continuada sino puntual, las comidas familiares. La organizan siempre los mismos, y éstos son los que se preocupan de que a una determinada hora, todo esté preparado. Siempre hay algún listo que llega a mesa puesta, pero eso ya es un problema de impuntualidad y por lo tanto de educación, mientras se lo permitan. A veces es mejor que cada uno lleve una cosa para que en la mesa se comparta, lo que se entiende por repartir el trabajo. Los que recogen y friegan los platos, también juegan un papel importante, quizás la mejor sobremesa junto a un cafelito.
En fin, queda claro que las celebraciones familiares son importantes, pero dosificadas por la paz y bien de todos los componentes.
Bernardo Lozano Acuña
Escritor
Escritor, Conferenciante y Columnista de La Opinión de Tenerife