Todo empezó cuando con la apertura de algunos locales, ya que hasta ahora y de forma tímida, sólo lo hacían en una exposición de arte y alguna conferencia con la finalidad de tener una toma de contacto así como un cambio de impresiones con el o los protagonistas. Algo usual y además correcto era asistir a este tipo de eventos mostrando interés por el contenido y en caso de ser obsequiado con una copa, una, aceptarla y mostrar nuestro agradecimiento.
Hoy por desgracia el cuento ha cambiado y ante la forma de proceder de algunos y con el riesgo que cada día son más, somos muchos los que sentimos auténtica vergüenza tratando de no asistir en este primer día sino más tarde y con la intención de pagar por delante, aceptando de muy buen agrado una posible invitación de considerarlo el anfitrión y dicho sea de paso, sin obligación alguna.
En la actualidad existen verdaderos especialistas en asistir a esta serie de actos dando todo un ejemplo de cómo una persona no debe comportarse en público, con muestras de no haber merendado e incluso almorzado. Tienen ansia por acercarse a la mesa donde se encuentra el buffet donde muchos hacen un verdadero vuelo rasante, mezclan los vinos, empujan por un simple canapé, se pegan a la pata de jamón haciendo un movimiento circular sobre su eje con tal de no perder la posición. Se toman la libertad de ofrecerte pasteles con una mano y con la otra sujetando el que se está comiendo con la boca abierta, señal de mala educación.
Las diferentes clases sociales, para estos ejemplos no importan pero quizás si comparamos, los de presunta buena familia y estudios en centros de élite, son sin lugar a dudas los peores. Recuerdo a todos aquellos que critican a determinados restauradores pero cuando se trata de invitación les entra una amnesia optando por comer e incluso repetir.
Termino con la anécdota aquel “auto-invitado”, fijo en plantilla, que en medio de una fiesta le preguntaron: ¿Y usted, a quién conoce?… Respondiendo éste; al novio . Un sacerdote debidamente invitado reflexionaba: No puede ser, ya que estamos celebrando un bautismo.
En definitiva, gente que vive del cuento y lo más importante, careciendo de uno de los valores más importantes, la educación.
Bernardo Lozano Acuña
Escritor
Escritor, Conferenciante y Columnista de La Opinión de Tenerife