La Casa del Vino de Tenerife acogió la pasada semana el acto del descorche de la nueva cosecha de los vinos de Tenerife, una celebración que reúne cada año al sector vitivinícola de la Isla. Previamente, el presidente del Cabildo, Carlos Alonso, entregó al catedrático de la Universidad de La Laguna, e Historiador Antonio Macías el premio San Andrés 2016.
Este galardón reconoce la labor de personas e instituciones que hayan destacado por su aportación al subsector vitivinícola de la Isla.
El jurado ha querido premiar en esta edición la labor investigadora de Antonio Macías sobre el sector agrario en general y, particularmente, su aportación a la historia del vino en las islas.
El catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de La Laguna, Antonio Macías, afirma que la actual promoción de vino joven canario no puede regirse por las mismas pautas de rigor económico que se utilizaron a mediados del siglo XIX, sino que, por el contrario, ha de llevar implícito valores culturales, sociales y de calidad.
Macías hizo en su discurso un repaso histórico del papel que ha jugado el sector vitícola en las islas desde los siglos XVI y XVII en adelante. En esos años, Canarias contaba con una economía de producción de base exportadora, con un mercado interior de bienes y servicios consolidado que permitía ofrecer un producto exportador altamente competitivo, sobre todo en Tenerife. El tráfico internacional de mercancías conectó además a Canarias con los grandes centros económicos, como Holanda e Inglaterra. La situación de bonanza era tal que el archipiélago decidía libremente hacia qué escenarios le interesaba llegar, todo ello acompañado de una baja fiscalidad.
Con la llegada de 1800 el sector vitícola se vino abajo. La pérdida de las colonias americanas, adonde se orientaba buena parte de nuestro vino, junto con la llegada de una devastadora plaga en las papas, sembró la hambruna en las islas y supuso la diáspora de muchas familias a mediados de siglo. A ello hay que sumar el proteccionismo impuesto en los mercados europeos para defenderse de la pujanza inglesa, lo que afectó más si cabe a la maltrecha economía isleña, incapaz de competir con el liberalismo peninsular. “Los que diseñaron el librecambismo le dieron la espalda al sector vitícola”, afirmó el profesor.
Una nueva plaga asoló los viñedos de toda Europa, aunque sin embargo no afectó a Canarias, que sí se benefició de esta situación. A finales del siglo XIX la economía canaria se reconstruyó y, en lo que al vino se refiere, se instaló incluso el primer laboratorio enológico. Sin embargo, ya entrado el siglo XX, el continente recupera fuerzas y supera esta crisis, el sector se moderniza y Canarias no puede de nuevo competir. A partir de 1930, el vino isleño es consumido tan sólo por los propios cosecheros.