De todos es conocido el interés de más de uno por el amplio mundo de la gastronomía y todo lo que abarca.
Últimamente muchos analizan en profundidad las novedosas tendencias de elaboración, complejidad y resultados. No cabe duda que algunos propietarios, no todos, tienen mucha culpa; unos por intentar contar una película al creerse un Dios ofertando precios nada acordes con su trabajo y los auténticos profesionales que equilibran calidad, cantidad y precio, además de preocuparse por su trabajo diario, el cual empieza en uno o varios mercados, obteniendo así el mejor género.
La carta es sellada por el organismo correspondiente, aguantando todo lo que le escriban, después las veremos en papel o en pizarras, éstas últimas, a veces con o sin precio. Dicho esto, me viene a la memoria aquel buen hombre que se enfrentó a la llamada “nueva cocina” y sufrió una pequeña porción de comida en un inmenso plato. El amable chef le preguntó como había encontrado la carne y éste, muy canario, le contestó; “de chiripa” y porque levanté la lechuga.
Muchos pretenden cobrar la cosecha con un pocos litros de vino, granos y pastas, lo más barato de costo, multiplicando su valor no se sabe cuanto, copas de licor a precio de botella, pan y mantequilla opcional a veces, tapa de cinco o seis papas arrugadas con mojo pagando el equivalente a un kilo, precio por cubierto y algunos hasta por sentarse. Atrás quedaron los trece o quince medios de una simple botella de whisky.
En resumen, el comensal tiene un límite, puede que parezca ser bobo pero no tonto y sabe perfectamente cuando hay riesgo de “camelo” por parte de algún anfitrión. Ejemplos como: “Cabrito adobado acompañado de papitas negras rodando por la ladera de la montaña” ya no cuelan, lo ibérico y del cantábrico no tiene por qué disparar las facturas y de los prohibitivos postres, mejor no hablar.
En definitiva, los profesionales se tienen que hacer valer, primero por su titulación y más tarde por su saber hacer y dedicación diaria hacia su negocio y distinguida e inteligente clientela, la que a la hora de la verdad es la que paga y contribuye a que un negocio se mantenga y extienda o desaparezca, no olvidando nunca que la mejor publicidad sin duda es el boca a boca.

Bernardo Lozano Acuña
Escritor
Escritor, Conferenciante y Columnista de La Opinión de Tenerife