La de cosas importantes que ocurren alrededor de un simple café, excusa ideal para tomarnos un descanso, caminar un poco, tomar el aire y los fumadores así durante el recorrido ejercer su derecho al tabaco. El problema comienza una vez que el camarero del momento, casi siempre atento, nos pregunta: ¿Qué desea?.
La variedad de contestaciones posibles con manías incluidas son muchas, unas copiadas de las películas o de gente presuntamente importante que presumiendo de protocolo o de educación exquisita, actúan de pijo rozando la tontería o ridículas ante los presentes que se miran incrédulos entre ellos ante semejante situación . Lo malo de todo esto es que se retratan a la legua y son conocidos en muchos círculos.
Recordemos cuando todo empezó con una base normal: Café solo, cortado o café con leche, éste último muchas veces servido en vaso obrero y a veces con poco café. Después también tenemos que nombrar al famoso “barraquito”, leche y leche con licor, la raspadura de limón y la canela.
Seguimos con la gama de descafeinados, sólo con agua, con leche, con condensada, de máquina o de sobre. También añadimos los que lo toman como en Inglaterra, en taza grande de café con leche. Los que van a sitios turísticos presumen de “café bombón”, todo café y dos de leche condensada y del “capuchino”, café con nata, licor y a veces “flambeado” con el cual llamas la atención y a veces impresionas.
Llegamos a los “bautizados”, aquellos a los que al café se le añade un chorrito de coñac, ideal por las mañanas. Finalmente, los maniáticos, que optan por un café bien caliente con una gota de leche fría o café y sus variedades con azúcar blanca, morena o sacarina, sin llevársela, que lo ve todo el mundo y sin olvidarnos en verano, del “café con hielo” en vaso redondo y con varios cubitos.
En fin, gracias a todos los que están trabajando detrás del mostrador, soportando como auténticos profesionales, los comportamientos y caprichos de todos los clientes que por aquello de que el cliente tiene la razón siempre que actúe con respeto y educación, así como su silencio profesional de valor incalculable, ya que de escribir un libro sería sin lugar a dudas, uno de los más vendidos de la historia, con diferencia sobre el resto.
Bernardo Lozano Acuña
Escritor
Escritor, Conferenciante y Columnista de La Opinión de Tenerife