Agosto ha sido sin lugar a dudas un mes muy cañí, incluyendo sus desastrosos y devastadores incendios, lo cual no deja de ser absolutamente patético. Ha sido todo lo que uno suele esperar de un Agosto “muy mucho español” con su sofocante calor que ha empujado a las paellas con los amigos, a las noches que no acaban, a playas y piscinas abarrotadas y a gotas de sudor rodando por la espalda.

Se ha adelantado también la maduración desigual de los racimos y con ello las fechas de las primeras vendimias, provocado esto por una climatología enrevesada a lo largo del año. Se prevé ya una alta calidad y una baja producción y van brillando las bombillas en la frente de recolectores nocturnos de racimos dotando de poesía las recogidas de lo que las cepas han tenido a bien darnos este año.

Aunque algún rato he tenido para el dispendio, y menos mal, he dedicado este ardiente mes a trabajar, estudiar y sembrar para el otoño, sin dejar de rezumar los aromas por antonomasia propios de estas fechas, como son el salitre y la protección solar. Contemplando embobada, la amplia sonrisa del descanso de otros, disfrutando las imbatibles burbujas chispeantes en cortos vestidos, coreando música en la calle, bailando hasta la mañana aunque estuviese dormida y en definitiva, aún con las tareas a cuestas, disfrutar de ese murmullo ininteligible de la vida que en copa se da y se ofrece. Ha sido un mes de catar vinos inmensos, de rotuladores fluorescentes, marca páginas, abrebotellas y de exaltación de la amistad luciendo en mi fanpage la rutilante G en el pecho, que no es “comando” pero como si lo fuera.

He bebido estos meses todos los elixires embotellados sin profilaxis ni filtro, sin ánimo de análisis, imbuida por un sentimiento de profundo respeto a mi escaso tiempo libre y he soltado muy poco y por suerte, el sacacorchos de la mano.

He querido acompañarles cada martes de este verano y quiero dar las gracias, a los que me leen y a los que han hecho posible que me lean, en un intento de transgredir la académica palanca del vino y que éste sirva de mera conducción de ideas, pensamientos y entretenimiento.

Gracias también a los que han sobrellevado conmigo esta apretura de agenda marca de la casa y al hilo musical que suena desde que me levanto dentro de mi cabeza o fuera de ella y que junto a mis breves ratos en la arena y mis desastrosos cuadernos me dan la justa y necesaria dosis de “yo conmigo misma”.

Gracias a las personas de mi alrededor que me ayudan con la logística infantil, que se encargan de los ruidos de mi coche y de apaciguar mi terror a las extrañas pantallas que aparecen de vez en cuando en mi ordenador avisándome de una hecatombe tecnológica con una facilidad pasmosa, los amo.

Gracias a todos los que viviendo cerca de mí o a muchos km de distancia intentan contactar casi siempre sin éxito conmigo porque necesitan un croquis para seguir el ritmo de mis obligaciones y que soportan mis olvidos fruto de lo anterior.

Y muchas, muchísimas gracias a todas y cada una de las personas que me han dado un momento inolvidable en mi profesión o fuera de ella, a los que han dicho sí, a los de la risa sin muro de contención, a los que me han regalado un baile en la calle o un chiste malo, un vino y una tapa, una ruta en coche, una clase de inglés con mi cara de lunes, un !guapa! y un acorde, un rato de siesta y un chin chin, una marca más en la pared de otro verano a la espalda, de todo el calor de Agosto siendo también y sobretodo de las vidas de otros, de los recuerdos de otros, perteneciendo a algo.

Seguir bebiendo y contárselo, en prosa o en verso, sin marcas ni patrocinio, seguir haciendo ver que el vino y su disfrute se educan en la diversión y en el beber ausente de complejos pero no de criterio y que es una pasión que se acrecienta cuánto más profundizas en ella , una pasión que en mí no disminuye un ápice y si no, ya lo veremos 😉

Sara González Martín

Sara González Martín

Sumiller y T. Superior en Enología y Maridaje

Sumiller, Técnico Superior en Enología, Maridaje, Comercio y Marketing así como Docente de Sumillería de HECANSA en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo de Santa Brígida en Gran Canaria.

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