¿Qué adjetivos se les pasaría por la mente, así a bote pronto, para definir cómo puede llegar a ser una de ese refrigerio o tentempié, comidas de urgencia que se nos cruzan, o nosotros con ellas, por los muy diversos motivos de viajes, contratiempos o prisas en general?

¿Realmente somos tan conformistas, tan alelados como para aceptar gato por liebre? Estafillas porque, sumadas unas tras otras, hacen acopiar verdaderas fortunillas a los transgresores de la exigible sensibilidad. ¿Se puede tolerar?.

Es un asunto este, el que voy a exponer, recurrente y en el que, además de reflexionar, intento convencer a los poquitos o muchos que estén dispuestos a mostrar empeño frente a esto.

Verán. Un paseo el otro día por un enclave playero de la zona de Murcia; una tabla con cuatro pendejadas, mal puestas, no pueden costar 30 ó 40 euros. Ni aquí ni en Pekín.

A lo que vamos. Pasamos por una zona de “tasquitas”, directos a calmar la sed y la “gazuza” con un picoteo. En un puesto, observamos que había un guiño: papas con mojo (bien es verdad que no especificaba el anuncio que aquello tuviera remota semejanza con el origen, Canarias).

Todo allí aparecía apelotonado y con aspecto abigarrado: salsas por aquí y el pan por allá. Pues sí, unas papas con sus mondas refritas por fuera, a gajos con un líquido posiblemente un “pimentón amasado”; unas cervezas nacionales en vaso de plástico,… A rascar la cartera y … esas papas, ay qué papas, … ¡Y el supuesto mojo!

No me pongo yo con exigencias patrias, que acerca de las especialidades de otras regiones es harina de otro costal para hablar largo y tendido.

Pero es que lo demás, que no fue mucho tampoco, estaba de la misma guisa. Resumen: desagradable de solemnidad. ¿Qué cuesta, por Dios, hacerlo un poco bien? ¿Qué están pensando los que, a pesar de proponer una cocina sencilla y de producto básico, no puedan esmerarse un poquito? ¡Y esas “papas” con “mojo” tengan su puntito agradable, por mucho que nosotros, en concreto, no vayamos a pasar más por allí en la vida!

¡Bah da igual! ¡Que más da! Son unas papas. Una cerveza en vaso de plástico.

¡Qué más da no! En el polo opuesto, pasamos por otro barito cercano que sí tenía su “gesto” en unos bocaditos pescado ahumado y una cebollitas encurtidas. Por cierto, más barato que el anterior.

Gesto, sensibilidad y sí hay que poner menos, pues menos pero calidad. Y si las papas no salen, pues a por el arenque. Es inevitable el tipo de situaciones que he relatado (más aún en verano), pero creo que ni por “novelería” podemos tolerar contribuir a que lo malo se lleve la mejor tajada.

Francisco Belín

Francisco Belín

Periodista

Periodista y escritor, coordinador de Gastronomía durante casi tres décadas del Grupo El Día. Actualmente lleva diversos cometidos de comunicación gastronómica específicos tanto en Canarias como en tierras peninsulares. Es también miembro de la Real Academia de Gastronomía emplazada en Tenerife.

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