Qué pasa cuando los siguientes encuentros se postergan a nunca jamás, cuando la oportunidad para un próximo brindis ya no va a producirse, cuando ese café inesperado no se dará lugar.
Y ahora qué.

Queremos creer que se nos ofrecerán nuevas oportunidades de hacerlo mejor o de otro modo y no. No hay paseos por las nubes, ni reencuentros con los que amamos en ningún plano astral, no hay otra dimensión de seres alados que protejan y guarden los errores de nuestras vidas.

La verdad es que no; sólo tenemos este breve espacio de tiempo, este rato siempre corto, para llenar nuestras copas y brindar con ellas.
 Rubén lo sabía. Era un tipo impulsivo, poco delicado, no se le iba el tiempo en detalles y con frecuencia tomó malas decisiones. También era de esas personas con el poderoso don de hacerte ver siempre el vaso medio lleno y llenarte de coraje.

Es muy difícil, casi imposible, poder decir de alguien que era inasequible al desaliento, que tomó sus días con sus consecuencias, que vivió como quiso y saboreó lo dulce y lo amargo con toda intensidad, que quien se atrevió a desafiarle tuvo que amarrarse muy bien los pantalones y que cuando más motivos tuvo para rendirse resultó tener una palabra de consuelo y aliento listas para ti. Un tipo grande, siempre sonriente, con la broma cargada, con la mano extendida.

Le gustaba el vino, le gustaba la vida y por eso nos queríamos.
 Cuando la persona que nos unió también nos dejó de modo cruel y repentino, realicé una cata en homenaje a aquel, juntos brindamos por todo lo que con su partida habíamos aprendido, por los días venideros que teníamos la obligación de disfrutar sin barruntar que serían tan pocos… 
Lo que desencadenó en mi vida aquella pérdida, sólo yo lo sé.

Desde entonces y hasta hace nada, siempre la llamada inesperada, los comentarios cruzados en las fotos en las que me etiquetaba porque estaba disfrutando un vino y ver cómo una palabra, actitud, adquiría una dimensión de ley propia con la que afrontaba sus nuevos retos y ambiciones definiéndose como genio y figura para todo aquel que tuvo la oportunidad de conocerle.

Desde luego la tragedia a veces se cierne de modo terrible sobre personas, sobre familias, de pronto la vida comienza a darte todas las tristezas que te cree capaz de soportar y la verdad es que la vara de medir penas ya se les ha quedado corta a los Milán.

Acostarse una noche sin haber cumplido los cuarenta, no amanecer. Así de sencillo. Así de terrible. El que se queda atrás debe bregar con la insondable pena, arremangarse el vacío, seguir. Y así lo haremos, brindaremos los que te quisimos porque ese sería exactamente tu deseo; que vivamos recordando tus bromas, bebiendo un blanco seco conejero, que tostemos nuestro corazón en la Playa de Arinaga y que sigamos con nuestras vidas, eso sí, siempre con actitud.

A mi amigo Rubén Milán, al que hemos perdido a los 38 años, quedándonos muchos vinos pendientes. Hasta siempre.

Sara González Martín

Sara González Martín

Sumiller y T. Superior en Enología y Maridaje

Sumiller, Técnico Superior en Enología, Maridaje, Comercio y Marketing así como Docente de Sumillería de HECANSA en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo de Santa Brígida en Gran Canaria.

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